Noches

viernes, 27 de junio de 2008

A partir de que me fui a vivir solo pocas veces dormía acompañado. Hubo una época que pasaba las noches con alguna chica que había conocido en algún bar. Amigas no tenía y con las chicas del trabajo no me relacionaba.
Sinceramente, mi intención con estas mujeres era la de tener una relación seria porque me interesaban bastante como para tenerla, pero no se porque cuando me despertaba a la mañana siguiente de haber tenido relaciones con ellas, ya se habían ido sin dejar rastros. Lo que peor me ponía era que tampoco contestaban mis mensajes, me evitaban y no me llamaban nunca más. No sabía que hacía yo para que ellas huyeran de esa forma, porque mientras teníamos relaciones estaba todo bien, y como no conocía a nadie que las conociera no había manera de enterarme que les había pasado.
El problema tenía que ser mientras yo dormía, pero no podía descubrir que era, entonces fui a varios médicos para que me dieran alguna pista. Físicamente, estaba en perfectas condiciones, no emitía olores, ruidos, ni nada por el estilo. Como otra alternativa para descubrir que pasaba pensé en pedirle a un amigo que duerma conmigo, pero como muchos nos tenía, tenía miedo de que también huyeran de mí. Una noche trate de estar el mayor tiempo posible consciente durante el estado de somnolencia: iba en un auto escuchando la radio del vecino...tres, cuatro, fatiga, placard, dos, seis...el diario de ese día, marionetas...doce del mediodía, Facundo, Ana, me dormí. Nada fuera de lo común.
Otra noche se me ocurrió poner un cassette de noventa minutos al lado de la cama para que grabara algo, no se me ocurrió nada mejor, aunque resulto ser lo mejor. La mañana siguiente lo primero que hice fue escuchar el cassette: a los diez minutos, nada; a los treinta, nada; a los ochenta y siete minutos, la voz de una mujer conversando con mi voz ronca, como si hubiera fumado el doble de los cigarrillos que había fumado hasta ese momento. La conversación, por lo poco que pude escuchar, era una conversación entre dos personas en confianza ya que la voz femenina hizo un comentario a cerca de mis medias y mi voz se rió.
La noche siguiente programé la cámara filmadora con una cinta que había comprado ese mismo día para que me grabara durmiendo (hago esta aclaración porque si hubiera tenido la cinta el día anterior en vez de poner un grabador hubiera puesto la cámara, pero como pensaba que no iba a funcionar no me preocupe en comprar la cinta). Cuando me desperté lo primero que hice fue ver la grabación que mostraba una escena de mí durmiendo.
Durante un periodo de tiempo solo dormía, pero en un determinado momento una voz femenina salio de mi boca halagando un evento el cual no pude descifrar, pero lo mas interesante de esto es que después de que esta voz femenina terminara de hablar, mi voz también hizo comentarios sobre el mismo evento, ambas voces discutieron, mi voz la llamo Manuela, terminaron la discusión diciéndose "te amo" una voz a la otra. Las voces eran pareja.
La grabación de esa noche me shokeó. Por eso, durante cada una de las noches siguientes volví a grabarme durmiendo y en todas las grabaciones podía ver como de mi salían dos voces completamente distintas que nada tenían que ver con lo que soñaba, además, la voz femenina no la podía reproducir despierto y mi voz era mi voz pero mas grave.
A lo largo del tiempo, luego de escuchar atentamente cada conversación, descubrí que Manuela era una mujer muy sensata, sensible, con mucho humor y comprensiva, aunque un poco mal hablada. Asi fue que me fui enamorando de ella, es cierto que no la conocía físicamente, pero me enamoré de ella como cualquiera puede interesarse en una locutora de radio o en una persona que conoce por teléfono, me enamoré de ella como mi voz estaba enamorado de su voz. Este ritual del video duro muchos meses, cada día me entusiasmaba mas la idea de dormir y al día siguiente poder escucharla.
Eran las cinco de la tarde de un domingo cuando me la encontré en el supermercado. La vi de espaldas hablando con un repositor, obviamente la reconocí por su voz. Era petisa, flaquita, estaba vestida con una pollera larga hasta los pies, una camisa celeste a rayas y tenia el pelo corto, enrulado y teñido de negro, de todas maneras, no me interesaba su aspecto físico. Me acerque a ella (que estaba muy concentrada mirando los precios de las galletitas), la mire y le dije:
-Manuela...
-¿De dónde me conoces?
-¿Podemos ir a tomar un café?
-¿Quien sos? ¿Cómo sabes mi nombre?
-Ya te voy a explicar, pero me gustaría ir a charlar a otro lugar mas cómodo.
-Perdoname pero estoy muy apurada, no puedo.
-Es solo un rato...
-Si querés, decime tu nombre, nos intercambiamos los teléfonos y arreglamos una cita.
Le dije mi nombre y le escribí en un papel mi número de teléfono, luego ella me dio el suyo, por la característica deduje que vivía relativamente cerca de mí. Me despedí y me fui.
Era ella, no cabía duda, por eso no la seguí ni le insistí porque yo se que ella se toma sus tiempos y no quería ser pesado.
Equivocado. Eso es lo que me dijeron cuando llamé a su casa. Ella nunca me llamó.
Hoy, sigo grabando nuestras conversaciones, y aunque mi voz ya es ronca como la de las grabaciones, ella todavía no me llamó.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo, la autora de este cuento, quiero aclarar que lo escribí en el año 2001 y que es por eso la antigüedad de la "tecnología" mencionada, como el grabador, cassette, etc.

Flor Di Niro dijo...

excelente... me re enganche leyendolo... tmabién muy bueno el blog...

saludos colega..

 
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