viernes, 3 de abril de 2009
Para empezar a postear los textos que me gustan y quiero compartir, arranco con Oliverio Girondo, el escritor que más disfruto.
Frescor de los vidrios al apoya la frente en
la ventana. Luces trasnochadas que al apagarse
nos dejan todavía más solos. Telaraña que los
alambres tejen sobre las azoteas. Trote hueco
de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin
razón.
¿A qué nos hace recordar el aullido de los
gatos en celo, y cuál será la intención de los
papeles que se arrastran en los patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos aprovechan
para sacarse las mentiras, y en que las cañerías
tienen gritos estrangulados, como se se asfixiaran
dentro de las paredes.
A veces se piensa, al dar vuelta la llave de
la electricidad, en el espanto que sentirán las
sombras, y quisiéramos avisarles para que tuvie-
ran tiempo de acurrucarse en los rincones. Y a
veces las crucesde los postes telefónicos, sobre
las azoteas, tiene algo de siniestro y uno quisiera
rozarse a las paredes, como un gato o como un
ladrón.
Noches en las que desearíamos que nos pasaran
la mano por el lomo, y en las que súbitamente se
comprende que no hay ternura comparable a la
de acariciar algo que duerme.
¡Silencio! - grillo afónico que se nos mete en
el oído - ¡Cantar de als canillas mal cerradas!
- único grillo que le conviene a la ciudad -.
Buenos Aires, noviembre 1921
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